jueves, 7 de febrero de 2013

little talk...


RICHARD.—A pesar de todo te encuentro guapísima.
SARAH.—Gracias.
RICHARD.—Sí. Guapísima. Me siento orgulloso de ti. Tú no sabes lo que es cuando salimos a comer o vamos al teatro, a una fiesta, entrar de tu brazo y verte sonreír, hablar, bailar... Admiro tu don de gentes, tu dominio de la frase,la gracia con que empleas los últimos giros de la moda. Me encanta sentir la envidia de los demás hombres; sus intentos de flirtear contigo, y saber que todos son en vano, porque tu austera gracia al final los confunde...

(Pausa.) ¿Qué tenemos para cenar?
SARAH.—No he pensado nada.
RICHARD.—¿Ah? ¿Y por qué no?
SARAH.—Me aburre pensar en la comida; así que he preferido no pensar.
RICHARD.—¡Qué mala suerte, porque tengo hambre!
(Corta pausa.) No pensarás dejarme sin comer, después de todo un día de trabajo.
(Ella ríe.) ¿Me permites sugerir que quizá olvidas tus deberes de esposa?
(Ella sigue riendo.) Debo decir que me temía que esto iba a ocurrir el día menos pensado. (Pausa.)
SARAH.—¿Cómo está tu prostituta?
RICHARD.—Muy bien.
SARAH.—¿Gorda o delgada?
RICHARD.—¿Cómo dices?
SARAH.—¿Que si está más gorda o más delgada?
RICHARD.—Cada día está más delgada
SARAH.—Esto te debe disgustar.
RICHARD.—En absoluto. Sabes que me encantan las mujeres delgadas.
SARAH.—Yo creía lo contrario.
RICHARD.—¿Sí? ¡No comprendo por qué!
(Pausa.)
Supongo que tu fallo en preparar la comida se debe a la vida que estás llevando últimamente.
SARAH.—¿Tú crees?
"